viernes, 7 de marzo de 2008

Asfalto. Primer libro que trata la homosexualidad. Año 1964

Para escribir un libro como Asfalto, se requiere, indudablemente, un gran caudal de valentía y verdad. En un medio que hace oficio de descubrir similitudes entre autor y personaje, desnudar una vida como lo hace aquí Renato Pellegrini, aunque esa vida esté rotulada "Novela", requiere valor y convicción respecto de lo que se quiera hacer y de lo que se hace. Sin duda el lector hambriento de chismes, es llevado a suponer autobiográfico este libroEduardo Ales es un personaje en extremo logrado. Pero hay otro que lo sobrepasa: la Ciudad, el asfalto devorador de inocencias, de ilusiones, de proyectos, de futuros, Renato Pellegrini es un poeta de la calle, de la noche, de la luz artificial y de las madrugadas que revelan los párpados marchitos y las conciencias deshechas. Ve de la Argentina un rostro que pocas veces es dado ver y expresar como él lo hace. Abomina de ella pero a ella pertenece y la sufre, por eso la desnuda y la castiga y se castiga con su propio azote. Su pintura es un grito con cuyo eco pretende salvar al hombre. Se sitúa en el silencio y en la vergüenza de una generación en peligro y los muestra sin ambages, descarnados, con una crueldad de la que sólo son capaces los niños y los verdaderos artistas. Escarba en la basura y la esgrime como arma para evitar la basura. Hasta la grosería alcanza por él grandeza, porque la usa para traducir la desesperación que ronda a los hombres que no encuentran su salida.El estilo de Pellegrini, telegráfico, justo, exacto en la adjetivación, muestra como particularidad la frase cortada luego del artículo. Y la precisión de esa frase trunca permite que el lector la complete sin dificultad. El sentido está allí, íntegro, completo. Aunque las palabras falten entre el artículo y el punto.Asfalto es un libro que debe leerse sin prejuicios.

Ada DONATO
Escritora argentina
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1 comentario:

Anónimo dijo...

Comentarios
Ana Gómez

Conocí a Renato ( Pellegrini) a principios de los años noventa y en una charla, entre tantas, me comentó que él era un escritor censurado. Un título y una prohibición fueron mi primera aproximación a Asfalto. Pasaron los años. El autor trabajaba en proyectos editoriales, en libros de viaje y Asfalto era unas hojas impresas con un prólogo al silencio.

Pero la “historia tiene vocación por repetirse” aunque con variantes sustanciales en este caso. Una tarde apareció Pellegrini con un brillo especial en la mirada que rompía el presagio de una día gris y lluvioso. -¿Te acordás de Asfalto?-, - Sí ¡ Cómo no! – le contesté. La noticia parecía ser muy buena.

Y ahí fue cuando me dijo que un crítico literario norteamericano había hecho una excelente crítica de Asfalto y la novela era considerada como un paradigma de la novela existencialista que abordaba la homosexualidad masculina como ningún autor latinoamericano lo había hecho.

El crítico Herbert J. Brant catedrático de la Universidad de Indiana en Indianápolis no ahorraba elogios a la hora de hablar de este libro censurado en la Argentina hacía casi cuarenta años.

Fue mi segunda aproximación a Asfalto porque al poco tiempo nomás tuve un ejemplar de la flamante segunda edición. Lo leí de un tirón, literalmente. Y por ahora no quiero releerlo. Prefiero quedarme con la honda experiencia que me dejó su lectura. Uno de los mayores placeres de un libro es cuando una siente cierta pena al terminar la última hoja como preludio de una despedida.

Le comenté a Renato el sentimiento de afecto que despertó en mi el joven Eduardo Ales por el abisal desamparo de su existencia. Sin abrevar en comentarios acerca del contenido de la novela de Pellegrini sobre el que ya se ha escrito, rescato la dimensión estética de la novela, las frases cortas y jadeantes como la respiración de un reportero gráfico que corre para atrapar el instante preciso e irrepetible. Ese paneo con las palabras a la manera del zoom de la cámara que trata de fotografiar el hecho narrativo.

Un lenguaje urbano a la manera de las buenas novelas de las corrientes del Nuevo Periodismo de los años sesenta en las que la ficción se confunde con la realidad y viceversa.