miércoles, 5 de marzo de 2008

Asfalto

Asfalto
Para escribir un libro como Asfalto, se requiere, indudablemente, un gran caudal de valentía y verdad. En un medio que hace oficio de descubrir similitudes entre autor y personaje, desnudar una vida como lo hace aquí Renato Pellegrini, aunque esa vida esté rotulada "Novela" , requiere valor y convicción respecto de lo que se quiera hacer y de lo que se hace. Sin duda el lector hambriento de chismes, es llevado a suponer autobiográfico este libro
Eduardo Ales es un personaje en extremo logrado. Pero hay otro que lo sobrepasa: la Ciudad, el asfalto devorador de inocencias, de ilusiones, de proyectos, de futuros, Renato Pellegrini es un poeta de la calle, de la noche, de la luz artificial y de las madrugadas que revelan los párpados marchitos y las conciencias deshechas. Ve de la Argentina un rostro que pocas veces es dado ver y expresar como él lo hace. Abomina de ella pero a ella pertenece y la sufre, por eso la desnuda y la castiga y se castiga con su propio azote. Su pintura es un grito con cuyo eco pretende salvar al hombre. Se sitúa en el silencio y en la vergüenza de una generación en peligro y los muestra sin ambages, descarnados, con una crueldad de la que sólo son capaces los niños y los verdaderos artistas. Escarba en la basura y la esgrime como arma para evitar la basura. Hasta la grosería alcanza por él grandeza, porque la usa para traducir la desesperación que ronda a los hombres que no encuentran su salida.
El estilo de Pellegrini, telegráfico, justo, exacto en la adjetivación, muestra como particularidad la frase cortada luego del artículo. Y la precisión de esa frase trunca permite que el lector la complete sin dificultad. El sentido está allí, íntegro, completo. Aunque las palabras falten entre el artículo y el punto.
Asfalto es un libro que debe leerse sin prejuicios

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